Renunciar a la modernidad social
Hemos llegado al punto de adoptar cambios diseñados para mantenernos atrapados y vigilados.
Esto debería ser la narración de mi renuncia a la posmodernidad. No a todo, claro. No me estoy yendo a encerrar en una cabaña en el cerro para no saber más del mundo en el que vivimos. Renuncio a esta modernidad social. Una forma en la que decidimos entrar a todas las puertas sociales que se nos abrieron, y a las que se nos siguen abriendo, como cuando en la época moderna decidimos comprar todo lo industrializado que se nos vendía.
Un pasado prometedor
Con la evolución de la web pasamos de estar “presentes y comunicarnos” a “distantes y comunicados”. Comunicación 24/7 desde donde quiera que nos encontráramos siempre que hubiera buena señal de wifi era lo que en sus inicios proponía.
Visualizábamos Internet como la solución a los requerimientos de un mundo cada vez más capitalista y la puerta de entrada a una forma de vida más conectada. En aquel entonces la promesa era eso, podíamos estar conectados y comunicados. No fue hasta que surgieron las redes sociales que nuestra forma de comportarnos entró en un constante cambio, surgieron nuevos paradigmas sociales y la esfera social digital moderna como la conocemos ahora comenzó a construirse.
El escenario era bastante prometedor para aquellos que construían en Internet, que era completamente un lienzo en blanco. Para los que comenzábamos nuestra vida social era lo que daba de qué hablar. En nuestra dinámica social adoptar las herramientas que los creadores lanzaban significaba pertenecer al reducido número de personas que tenían acceso a Internet de alguna forma. Al privilegiado grupo de personas que podían acceder desde sus casas y usar las plataformas el tiempo que se quisiera. La comunicación resultó ampliada. Pero solo eso.
Con el tiempo se volvió la normalidad. Comunicarse mediante los servicios de mensajería que proporcionaban los proveedores de correo electrónico era moderno, era nuestra modernidad social en ese tiempo. Ojalá hubiéramos sabido que adoptarlo sin cuestionamientos nos llevaría a una dinámica de adopción sin límites en los siguientes años para todo lo nuevo.
La adopción constante de la modernidad
Tan pronto conocimos otras plataformas para comunicarnos y socializar, nos aseguramos de estar dentro. Sin pensarlo, creamos una cuenta en MySpace, Metroflog, luego Facebook, luego Instagram, luego Snapchat, luego Tiktok. Todavía recuerdo dar el salto a mi perfil social en Facebook junto con mis amigos en la secundaria. Ese salto que nadie pensó que acabaría por encadenarnos en una espiral de actualizaciones y nuevos lanzamientos que nos mantendría siendo parte de, pero que en ese momento representaba una forma inofensiva de comunicarnos.
Querer aparecer nos ha costado muy caro. Hemos llegado al punto de adoptar cambios diseñados para mantenernos atrapados y vigilados. ¿Alguna vez nos preguntamos si lo que decidimos usar al inicio sigue proporcionándonos el mismo beneficio al día de hoy?
La mala costumbre de registrarnos sin pensar, sin reflexionar más allá del beneficio inmediato, nos está pasando factura y seguimos siendo parte de esa misma dinámica moderna de cuando aparecieron las primeras máquinas que facilitaban la vida de las personas, con la diferencia de que ahora hablamos de aplicaciones de Internet.
¿Quién iba a decirnos que cada plataforma se actualizaría al grado de buscar maximizar el tiempo que pasamos en ellas, que aprovecharía cada espacio para vendernos algo, que registraría cada paso con el propósito de volvernos más rentables como usuarios? Las máquinas no hacían eso.
Autos, moda y Rock n Roll
Para cuando apareció Internet, ya teníamos todo un recorrido de ver el beneficio de adoptar todo lo nuevo que hasta el momento se nos puso en frente: la radio, el teléfono, la televisión, los autos, el microondas, la lavadora, secadora, el cd, etc.
Máquinas hechas para resolver un problema de la gente, o facilitar la tarea de llegar a un estado esperado.
Todo había marcado un antes y un después en nuestra forma de vivir que, en cierto modo, generó una mentalidad positiva hacia el cambio y una predisposición a la adopción de los inventos innovadores que a menudo se nos presentaban.
¿Qué de malo habría seguir adoptando a diestra y siniestra lo que viniera después de internet? Internet era demasiado bueno como para no seguir con el patrón y lo seguimos. De hecho, lo seguimos siguiendo.
La posmodernidad que vivimos
Para el momento en el que leas esto quizás seas consciente del punto. Nadie vino a advertirnos de las consecuencias que vendrían en el pasado, porque no había manera de prever, pero podemos formarnos una idea de lo que vendrá si analizamos desde nuestra experiencia el curso que ha tomado todo lo que en su momento adoptamos. Las pruebas están ahí, en tus dispositivos, en tus hábitos.
¿Cuántas horas pasas al día en el celular? ¿Cuánto del promedio de uso pasas en redes sociales?
Muy seguramente más de la mitad del tiempo que pasas frente a una pantalla sea tiempo que pasas en redes sociales, y esto es solo uno de los indicadores que de forma sencilla podemos revisar en los ajustes de nuestros teléfonos.
A esto hemos llegado con la adopción de las últimas actualizaciones y todo pinta para que después sea más, sin mencionar los efectos a nivel físico y mental que el uso desmedido trae consigo.
Alejarnos de esta cultura de la modernidad (probar y adoptar sin cuestionar) es lo que nos llevará a la independencia, nos llevará a determinar las formas de hacer las cosas que más se adecúen a nuestras necesidades y a no caer en dinámicas en las que el último que se beneficia somos nosotros.
Todo hoy en día es digital, y la oferta de productos y servicios digitales cada vez será más grande. Entender el propósito y el modelo con el que se beneficia cada propuesta nos hará desarrollar un criterio respecto a si decidimos usarlo o no.
Cuestiona tus redes y tus registros. Tal vez tengas cuentas que no te representan ningún beneficio pero sin embargo ahí estas, presente, como todos.
Cuestionar es la clave, y así como hay que cuestionar cada sitio en el que estamos metidos, tenemos que comenzar a cuestionarnos cada lugar nuevo que se nos presenta. Investiga.
Eres tú quien decide seguir formando parte de esta posmodernidad que vivimos, en la que la modernidad sigue haciendo acto de presencia en nuestro entorno más social: el digital.